Pérdidas y abandono de tierras.
El continuo taponamiento de la Gola de Quartell impide que este desagüe
natural al mar de la zona de marjal funcione, por lo que el agua queda
acumulada en el humedal provocando continuas inundaciones que han
acabado con campos enteros de cultivos y el abandono de tierras. El
problema también se extiende a la ganadería y pone en peligro la
conservación de aves.
El marjal de Almardà en Sagunto, una de las joyas medioambientales del Camp de Morvedre lleva años padeciendo problemas por la falta de regulación de sus aguas. Una situación que afecta a agricultores, ecologistas, ganaderos y empresarios que hartos, han unido sus fuerzas, para exigir una solución inmediata a las continuas inundaciones que tandas pérdidas están ocasionando a estos cuatros sectores económicos y que hace peligrar este impresionante ecosistema en el que conviven cultivos, empresas, especies protegidas y actividad ganadera.
La principal causa de esta amenaza se llama Gola de Quartell, un desagüe natural al mar que sufre con demasiada frecuencia acumulaciones de sedimentos que impiden la entrada y la salida del agua, lo que altera el sistema hídrico del humedal provocando inundaciones de caminos, propiedades agrarias, granjas y en algunas ocasión llegando hasta las urbanizaciones de esta zona de costa.
La solución pasa por la instalación de unas compuertas en la gola como había antaño que permitan regular la salida y la entrada del agua cuando sea necesario, un proyecto que lleva anunciándose desde hace más de una década sin que hasta el momento se haya ejecutado. La conselleria puso fecha de licitación para 2017, luego fue el primer semestre de 2018 asegurado que las obras estarían en marzo y de momento, comenzado el 2019, el proyecto sigue sin adjudicarse, alegando que hay que hacer modificaciones técnicas.
Mientras tanto, siguen sumándose las pérdidas, principalmente en la agricultura. Las continuas inundaciones han dado al traste con cientos de cultivos, situación que ha llevado al abandono de más de 2.000 hanegadas de terrenos cultivables de marjal. Los gastos para achicar agua, que ascienden al año a casi 30.000 euros, y los daños en frutas y hortalizas hacen nada rentable la producción, que ha optado ya por abandonar este humedal, arrancando árboles, y viendo como caen al suelo cosechas enteras de naranjas, olivas y calabazas.
Tampoco es mejor el panorama en el sector ganadero donde los animales ven limitada su salida a pastar a causa de los altos niveles de agua en sus propiedades. Sin embargo, el mayor de los problemas es la inundación de las granjas de ganado y tentaderos de caballos, que obliga a tener a los animales en zonas altas para evitar que se mojen las pezuñas, hecho que es prácticamente imposible por lo que la humedad en éstas les ha llevado a contraer enfermedades. Por no hablar de animales ahogados. Coyuntura a la que hay que añadir las pérdidas de pienso y de balas de paja.
El agua es una amenaza para este humedal declarado ZEPA por ser una zona de Especial Protección de aves, LIC (Lugar de interés comunitario) y ya es Ramsar, está entre los humedales de importancia internacional.
La falta de una regulación de los niveles hídricos pone en peligro la conservación de aves. Por un lado, las idas y venidas de agua arrastran los nidos en la época de cría y por otro, la estanqueidad también evita la regeneración de las aguas, imprescindible en los humedales. Además los sedimentos de la gola limitan la entrada de agua de mar que aporta especies tanto de flora como de fauna y que forman parte de la cadena alimenticia de la avifauna.
Fuente: Marián Romero - Levante EMV
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