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domingo, 8 de febrero de 2015

LA CARTUJA DE VALLDECRIST, RELICARIO REAL Y CENTRO POLÍTICO EUROPEO

El conjunto arquitectónico ubicado en Altura se convirtió en un referente de la obediencia al Papa Luna. El rey Martín I el Humano sufragó una capilla para exhibir magnas reliquias de la cristiandad

El rey Martín I el Humano (1356-1410) no siempre dispuso de ese sobrenombre. Pocos años después de su muerte una crónica informaba con cierto tono despectivo que el monarca «cascun dia volia hoir tres misses e dehia les hores axi com un prevere ordinariament», a causa de lo cual se conocía como Martín 'lo Ecclesiàstich'. Una de las huellas más notable de este rasgo de su personalidad se constata en un conjunto arquitectónico que cumple 630 años. Se trata de la Cartuja de Valldecrist, ubicada en el término municipal de Altura (Castellón) y cuya fundación en 1385 responde al entonces todavía infante Martín. La elección del nombre está contaminada de tintes legendarios. Algunos señalaron que Martín vio una gran semejanza entre el terreno elegido para su construcción y el Valle de Josafat, lugar en el que se creía que aparecería Cristo en toda su gloria para el Juicio Final. Otros indicaron que Martín sufrió un éxtasis en el que vio el postrero Juicio. Hoy conocemos una carta del propio Martín a un cartujo y amigo personal, Bernat Çafábrega, que no explica las causas del nombre pero sí justifica la erección del lugar por su hermosura. Un enclave idílico repleto de viñas, árboles frutales y de fuentes naturales, situado, no casualmente, en el núcleo de las posesiones del infante y su esposa María de Luna. 

En contacto directo con personalidades como Francesc Eiximenis y San Vicente Ferrer, el rey Martín fue un admirador de las órdenes dedicadas a la vida contemplativa, caso de la cartuja. Su posición y su profunda religiosidad le convirtieron en un insaciable coleccionista de reliquias de las que un importante número fueron a parar a la Iglesia de San Martín en la Cartuja de Valldecrist: un fragmento del madero en el que se crucificó a Cristo, un cabello de la Virgen, la cabeza de San Martín (el patrón de la Iglesia), objetos de Moisés y su hermano Aarón, etc. 

La relevancia de la cartuja era tal que el propio papa Benedicto XIII concedía indulgencias a todos aquellos que presenciasen la exhibición de las reliquias. Bajo mecenazgo real, con ínclitos moradores como el propio monarca y con capillas sufragadas por las principales autoridades del momento, aquellas construcciones levantadas por el gran arquitecto Pere Balaguer ostentaron un rico patrimonio artístico hoy perdido y disperso por el mundo. Es el caso del retablo de 'La Trinidad, San Miguel y Todos los santos', joya del arte gótico valenciano que hoy se exhibe en el Metropolitan Museum of Art de New York . Otros ejemplos son la arqueta de marfil conservada en la Real Academia de la Historia (Madrid), el retablo de Nuestra Señora de los Ángeles y de la Eucaristía (Museo de la catedral de Segorbe) o los espectaculares tapices que conocemos por antiguas fotos. 

Frente al aspecto desolador que la última restauración no ha logrado subsanar, la Cartuja de Valldecrist se convirtió en menos de dos décadas en un espectacular centro político, artístico y cultural. Su más célebre dirigente fue Bonifacio Ferrer. La vida del hermano del santo es una de las más intensas del período. Tras una brillante carrera como político y hombre de leyes, sufrió un penoso proceso acusado de traición a Valencia, lo que le costó más de seis años de privación de libertad. Coincidiendo con este asunto se produjo en 1394 la 'mortaldad dels infants', brote pestífero que acabó con su esposa, siete hijas y, probablemente, dos hijos. Desengañado o arrepentido, vendió su rico patrimonio personal y tomó los hábitos de la orden cartuja en el monasterio cartujo de Porta Coeli (Serra). Se meteórica carrera eclesiástica aún fue más brillante que la de jurisprudencia. Ingresó en la citada orden el 21 de marzo de 1396, y sólo cuatro meses después recibía la ordenación sacerdotal, evidenciándose un favor personal del Papa Luna. En 1400 ya era prior de Porta Coeli. Convertido en mano derecha del pontífice, en 1402 fue proclamado prior de la Gran Cartuja (situada en Grenoble, era la casa madre de la orden) y General de la Orden. Por primera vez un hombre procedente de la Corona de Aragón lideraba la orden. Cinco años más tarde, los miembros de la Gran Cartuja decidieron retirar la obediencia a Benedicto XIII, dejando en una posición comprometida a Bonifacio, quien tras servir fielmente al Papa Luna, se retiró a la Cartuja de Valldecrist con el propósito de conseguir la unidad entre los cartujos. Entre sus muros escribió varias obras lamentándose sobre el delicado estado de la Iglesia, entonces con tres cabezas. Benedicto XIII no aceptó su renuncia y le otorgó potestad para dirigir la orden -al menos de los obedientes al papa español-, desde Valldecrist. La cartuja de Altura se convertía en capital de la orden. Allí falleció y tomó sepultura Bonifacio Ferrer el 29 de abril de 1417 en olor de santidad. Su lugar de descanso no fue eterno. En 1915 sus restos fueron trasladados al cercano Santuario de la Cueva Santa, pero la Guerra Civil borró su memoria.

La belleza del lugar elegido por Martín el Humano sigue tan viva como en 1385. Aunque resulte increíble, esas gélidas ruinas fueron residencia e inspiración de grandes figuras de nuestra historia.
Fuente: Oscar Calvé - Las Provincias

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