La dificultad del camino no radica únicamente en que los 28 kilómetros que separan ambos monasterios discurren por los abruptos cerros de la Sierra Calderona, sino en encontrar los pasos exactos que se deben de utilizar, teniendo en cuenta que la última vez que fueron recorridos por personas vinculadas a las cartujas fue en 1835, año en que ambos cenobios fueron exclaustrados oficialmente.
Es por ello que, a raíz de una propuesta que surgió en una de las reuniones periódicas de la Junta Directiva de la Asociación Cultural Cartuja de Valldecrist se iniciaron las tareas de recuperación del mismo por un reducido grupo de socios, que se dedicaron a estudiar mapas y numerosos libros y archivos, contando con la ayuda de dos expertos en senderismo: Luis Gispert y Salvador Blanco, que ayudaron a la hora de desentrañar cuales eran los posibles caminos y pasos frecuentados por los trabajadores de ambos cenobios para llevar a cabo este trayecto.
Finalmente y tras barajar varios posibles trazados se decidió realizar el camino que describía Rafael Roca Miquel en un artículo de prensa de hace varias décadas, ante la probabilidad de que todos los caminos fueran validos y que dependiendo del criado que realizara el camino utilizaría un itinerario u otro en función de sus propios intereses, que podría también diferir con el empleado por los frailes cartujos en sus travesías.
Así pues, el citado día 17 de Octubre a las ocho de la mañana emprendieron el “Camino de los Frailes” seis miembros de esta asociación: César Esteban, José Ángel Planillo, Sonia Martín, Josep Marí Gómez, Francesc Cabrera y Manuel Sellés, que sería el encargado de acompañar al grupo con un vehículo de apoyo. También participaron en la marcha Joan Pons y Salvador Blanco, guía de montaña y experto en senderismo.
La primera parada se realizó en el Mas de Valero, posesión de Valldecrist desde el siglo XVIII, como atestigua el escudo que campea sobre su puerta. Desde allí comenzaba el ascenso por la antigua carretera a Gátova, de la que se saldría para abordar a la derecha las duras pendientes del Collado del Tornero, primer escollo serio para las piernas de los caminantes, que al menos se vio recompensado con unas bellas panorámicas de la huerta segorbina. Una vez en la cima y con la vista puesta en
Precisamente en
Pronto, tras dejar atrás una abandonada cantera de losas, quedó a la vista la población de Gátova y la abrupta orografía por la que serpentea el Barranco del Carraixet en su camino hacia el mar. En este punto es donde el Camino de los Frailes toma contacto con el sendero internacional GR-10, del que ya prácticamente no se separa. Bajo la atenta mirada de los 878 metros de altitud del Pico del Águila, sobre cuya cima se observa un puesto de vigilancia forestal, continúa el camino llaneando por el GR-10, donde desde una de sus señales verticales, la de La Cañada a 740 metros de altitud, aparece otra inmejorable panorámica sobre el Valle del Palancia, la Sierra Espadán y de fondo, el macizo del Peñagolosa.
No mucho más adelante se abandona el término municipal de Gátova, por el que se caminaba desde el almuerzo para, dejando la pista forestal por un estrecho sendero que discurre entre la espesa vegetación serrana y que desciende por la Jabonera hasta el barranco de Agua Amarga, ascender la fuerte pendiente de la Senda de los Naranjeros que culmina en la pista que une la Masía de Ferrer con la Masía de Tristán, hacia la que continúa el Camino de los Frailes.
Fue la Masía de Tristán posesión de los cartujos de Portaceli desde principios del siglo XVII y lugar de paso obligado por los criados de ambos cenobios. En la actualidad, convertida en albergue para senderismo, se ha habilitado en su entorno un área recreativa en el que el grupo hizo un merecido descanso tras las seis horas y media de camino que se llevaba en aquel momento, a unos 18 kilómetros de la salida y algo más de 10 del punto de destino, y degustar las ricas viandas que les aportasen las fuerzas necesarias para abordar el resto de camino, quea partir de este punto, ya tiende a ser cuesta abajo.
Continúa el Camino de los Frailes siguiendo las marcas del GR-10 tras dejar atrás la bella Fuente de Tristán en dirección a Serra y siempre acompañado de los rojizos tonos del Monte Mayor a la izquierda, recorriendo horizontalmente la cabecera del Barranco Vigüela y las faldas de los Puntalicos Blancos para llegar a la Font del Poll, ya en término de Serra.
Una vez refrescados con sus cantarinas aguas del fuerte sol que luce en el cielo desde el inicio de la ruta, soportado eso sí gracias a la suave brisa de levante y la frondosa vegetación de la Calderona, se abandona algo más adelante el GR-10 para continuar descendiendo, como indica un poste vertical en el camino, la zigzagueante pista que lleva hasta Porta Coeli, pasando antes junto a las proximidades de la Font de l´Abella y la Font del Marge y atisbando desde lo alto el antaño caserío de La Pobleta, explotado por la inmediata cartuja como granja y actualmente en manos privadas (aunque los monjes también tienen parte).
Lo pronunciado del descenso estaba haciendo mella ya en los caminantes cuando de pronto apareció ante ellos la esbelta silueta del campanario de la Cartuja de Porta Coeli y el magnífico acueducto que abastece al monasterio construido en el siglo XIV, desde el cual parte un camino flanqueado de cipreses, los muros del recinto monacal y campos de viña como principal cultivo.
Y así es como tras 28 kilómetros de travesía realizados en nueve horas y diez minutos de camino, cuando los relojes marcaban las 17:10 horas, se conseguía llegar a las puertas de la cartuja, y aunque, como es obvio no están permitidas las visitas al monasterio, en esta ocasión y de manera excepcional, tuvimos la suerte de que nos quisiera recibir el actual procurador del mismo, Fray José María, dándonos la oportunidad de conocer así la Cartuja de Portaceli hasta la misma puerta de entrada a la Clausura. Desde luego la mejor manera de concluir esta jornada tan especial.
A partir de ahora, después de haber comprobado su viabilidad, el Camino de los Frailes se plantea como una de las opciones más interesantes para todos los amantes del senderismo y de la naturaleza, disfrutando un camino que sin lugar a dudas invita a la recreación histórica, a la meditación y a la contemplación, descubriendo los más bellos parajes de la Sierra Calderona.
No obstante la Asociación Cultural Cartuja Valldecrist va a continuar trabajando y comprobando las diferentes variantes estudiadas a fin de conocer su viabilidad y barajar qué caminos pueden ceñirse más al trazado histórico, a fin de trazar y señalizar un único trazado que en un futuro pueda homologarse y promocionarse a nivel cultural y turístico.
Les mantendremos informados. De momento, pueden gozar de un extenso reportaje fotografico en la web de la Asociación Cultural.