Ya no sólo salen de ellos 1800 millones de tapones de botellas de vino, sino que ahora también se aprovecha su fruto para elaborar harina de bellota, gracias a Espadán Corks
Son casi cinco millones de tapones de corcho al día. Más de 200.000 por hora. Ocurre en San Vicente de Alcántara, una localidad de 5.000 habitantes situada al norte de la provincia de Badajoz que se ha convertido en el epicentro de su producción y, con ello, en un motor trascendental para el desarrollo rural de la zona. Sin embargo, esta inmersión, que nos pilla en pleno descorche del alcornocal, comienza en una localidad más pequeña, de 1.500 habitantes: en Soneja. Allí, una cuarta generación de corcheros mima la materia prima y el lugar de donde se extrae, la sierra de Espadán, para obtener uno de los tapones (20 millones al año) más artesanales y ecológicos que se conocen.

Adolfo Miravet, al frente de Espadán Corks, con gran ilusión está mostrando a representantes del Gobierno de la Comunidad Valenciana un pan hecho con su harina de bellota en la panadería El Rincón de Almanzor de Soneja. Es una forma de diversificar lo que produce el alcornocal. Piensa que el alcornoque es vecero, da bellota un año sí y otro no, mientras que para extraer el corcho se ha de esperar cada vez más, últimamente 16 años, hasta que se forma una nueva capa adecuada para descorchar.
La harina de bellota la saca adelante Adolfo gracias a uno de los innumerables proyectos con marchamo ecológico y de desarrollo rural en los que embarca a su empresa. En este caso se trata de Imforest, proyecto financiado por la Fundación Biodiversidad que contribuye a la promoción de la bioeconomía forestal, la transición ecológica y el reto demográfico a través del desarrollo, la innovación y la gestión sostenible de los productos forestales no madereros, como resina, corcho, plantas aromáticas y medicinales, piñón, setas, trufa, castaña, miel y, por supuesto, bellota.
Antes, Espadán Corks, gracias al tesón de Adolfo Miravet y su equipo de nueve personas, entre las que trabajan en la fábrica y en el monte –sin contar las que por estas fechas forman las cuadrillas de descorche entre los alcornocales–, han conseguido el certificado del Comité de Agricultura Ecológica de la Comunidad Valenciana, el del Forest Stewardship Council (FSC) y la marca Parque Natural que otorga la misma Comunidad Valenciana. Sus tapones suman biodiversidad, paisaje, retención de agua, fijación de CO2… algo indispensable si se pretende seguir conservando el mayor alcornocal de esta comunidad autónoma. Y lo dice con conocimiento de causa, pues Adolfo es también presidente de la Asociación de Silvicultores de la Comunidad Valenciana.

La época de descorche –o de la saca, como también se llama dentro del rico vocabulario de esta actividad– tiene que ser sí o sí en verano, porque es cuando está creciendo el corcho y es más fácil descorchar, porque, si no, se pega más a la capa madre, cuesta más despegarla y se corre el riesgo de dañarla. La capa madre, la que protege el tronco del alcornoque, es intocable. Ni un leve roce del hacha debe recibir para que facilite el crecimiento de más capas de corcho.
Para ello, por el alcornocal trabajan cuadrillas de nueve personas y cuatro mulos para transportar el corcho, cuando antes formaban hasta dos cuadrillas de 25 personas. Venía incluso gente de Andalucía. Pero hay que andar mucho, por zonas empinadas, todo a mano y a hacha y con mucha competencia del tapón aglomerado, de baja calidad, a veces hecho con corcho quemado y posteriormente tratado. Esto afecta al alcornocal y a la industria, sobre todo a los pequeños productores, que proyectos como Imforest, FutureCork o Acicork intentan combatir.
En los tres proyectos mencionados forma parte de los consorcios el Instituto de Ciencias Forestales (ICIFOR, INIA-CSIC), desde donde señalan las causas por las que incluso no se puede satisfacer la actual demanda mundial de corcho: Escasa regeneración natural y envejecimiento de los alcornocales, creciente incidencia de plagas y enfermedades, malas prácticas selvícolas, escasez de sacadores profesionales y experimentados y el incremento de la frecuencia y magnitud de los incendios forestales”.
También se dan datos de la producción mundial de corcho (167.005 toneladas), encabezada por Portugal, con la mitad de ese total (82.900 toneladas), y España, que aporta aproximadamente un tercio (55.405 toneladas). A pesar de las lagunas en las estadísticas oficiales sobre producción en España que apuntan Mariola Sánchez y el resto de autoras que firman el artículo aparecido en la revista Foresta, se estima una media entre 50.000 y 65.000 toneladas/año, lo que supone una notable disminución comparadas con las 100.000 de mediados del siglo XX. Sin embargo, aunque también cita el cierre de muchas empresas pequeñas absorbidas por multinacionales, resalta la unión del sector del corcho para sacar adelante iniciativas que lo pongan en valor, incluidos los propios municipios afectados, que son los primeros en ser conscientes de ese valor.
Como ejemplos de esas iniciativas, se menciona sin salir de la sierra de Espadán, SuberLab, acrónimo de LABoratorio SUBERsivo. Nace de la Societat d’Amics de la Serra Espadà y de un proyecto financiado por la Fundació Caixa Castelló y la Diputación de Castellón para la promoción de las artesanías de corcho en la zona. A finales de junio se celebró uno de estos laboratorios con 20 personas de siete entidades diferentes del territorio. La cita sirvió para fijar algunos objetivos: realizar un inventario de los objetos y utensilios de corcho que todavía se conservan en los hogares de la sierra; mapeo de los vínculos de la sierra de Espadán con otros territorios de la Península y la genealogía de las familias corcheras; e involucrar a los municipios con tradición corchera de la sierra en la declaración de la técnica de la saca como bien de interés cultural de tipo inmaterial.

El encuentro de SuberLab tuvo lugar en el centro de interpretación del Parque Natural de la Sierra de Espadán, en Eslida. Dicho centro es uno de los siete museos y centros de interpretación corcheros destacados por la Red Europea de Territorios Corcheros (Retecork), que es impulsora de otro proyecto, Cork Experience, que también va en la línea de revitalizar zonas con esta actividad, en este caso desde el lado turístico, al estar aprobado dentro del programa Experiencias Turismo España del Ministerio de Industria y Turismo. El proyecto, que echó a andar a finales de 2024, se lleva a cabo en siete comunidades autónomas con mayor o menor tradición corchera: Comunidad Valenciana, Cataluña, Andalucía, Extremadura, Aragón, Castilla y León y Cantabria.
Desde el departamento de comunicación de Cork Experience, explican que su objetivo principal es desarrollar nuevos productos turísticos sostenibles basados en el corcho que, tomando como punto de partida rutas a diseñar, incluyan experiencias vinculadas a la artesanía, artistas y oficios tradicionales. Las agencias de viaje –hay tres dentro del proyecto– serán las encargadas de materializar estas experiencias, uniendo a todos los actores implicados y ofreciendo una propuesta turística completa. Además, impacta directamente en la población rural, haciéndola partícipe de diferentes formas: a través de las rutas y el uso de servicios turísticos (alojamientos rurales, restaurantes, etc.), mediante experiencias y actividades (talleres de artesanía con corcho, saca del corcho), así como en centros de interpretación y museos del corcho, entre otros”.
Como logros hasta el momento de Cork Experience, citan El Bosque Habitado, una exposición de arte efímero en plena sierra de Espadán con 11 artistas y artesanos y artesanas, y la participación de la población, por ejemplo a través de los grupos de acción local, en las presentaciones y acciones. No está mal para empezar, porque también han editado un manual de creación de productos turísticos y están en preparación de una gran ruta nacional del corcho, 14 rutas entre municipios, catálogos de experiencias, sesiones de formación, una web y una webapp.
Fuente: Javier Rico - elasombrario.publico.es