Este vecino de Torres Torres fue un personaje clave para la supervivencia de un instrumento, la Dolzaina, que es una señal de identidad musical valenciana
La tarde del pasado miércoles 9 de marzo moría el maestro dolçainer Joan Blasco i Ribera a los 88 años. Considerado el padre de la dulzaina, o poco más o menos el artífice de la recuperación del instrumento en un momento de nuestra historia reciente, en que el instrumento tradicional había caído casi en el desuso y el olvido.
La tarde del pasado miércoles 9 de marzo moría el maestro dolçainer Joan Blasco i Ribera a los 88 años. Considerado el padre de la dulzaina, o poco más o menos el artífice de la recuperación del instrumento en un momento de nuestra historia reciente, en que el instrumento tradicional había caído casi en el desuso y el olvido.
Nacido a Torres Torres en 1928, su vida profesional se articula en Valencia donde residía. Iniciado en el tabalet, pronto pasó a la melodía de la dulzaina donde destacaría por la tarea que hizo en la recuperación y creación de la primera metodología, recogida en el Método de dulzaina (1981) dirigida a aprender a tocar el instrumento tradicional. Esto le valió el reconocimiento de "padre de la dulzaina moderna", siendo entonces maestro de la Escuela Municipal de dulzaina de Valencia hacia la mitad de los años 70. También pasó por la escuela municipal de Algemesí.
Joan
Blasco representa el salto entre dos generaciones, desde una dulzaina
que la gente tocaba de una forma improvisada y sin articular, a una
articulación de forma más reglada porque pasara a ser un instrumento
clave en la manera de entender esta tierra y cómo son sus fiestas.
De
ahí que su figura se tenga como la de unificador o creador de la
estandarización de la afinación de la dulzaina, puesto que a menudo se
encontraba en sus continuas actuaciones por todas partes con dulzainas
afinadas en diferentes tonos, cosa que hacía difícil tocar en pareja o colla.
Finalmente establece la Afinación en Sol, tal como se conoce y utiliza actualmente la dulzaina, y es en el taller de Vivó donde empieza a producir, y poco después, debido a su intensa actividad por el país, de escuela en
escuela y de pasacalle en pasacalle, empieza a venderlas y distribuirlas. Vivó era y es del Carmen, aunque parece ser que tenía casa en Altura (Castellón), villa vecina de Segorbe, donde se fabricaron las míticas dolçaines
"Calavera" pertenecientes a una saga segorbina de principios del siglo
pasado encabezada por el Tío Calavera de nombre Vicente Martínez, que en su época fueron consideradas como las "stradivarius" de este género.
Y también en Altura, otro ilustre dolçainer, Miguel Ferreres,
que durante años fue el farmacéutico de la localidad, trajo desde su
Morella natal a nuestras tierras palantinas gran parte del repertorio
del norte del País Valenciano en donde también destacó Camilo Ronzano Aguilar
en Sorita. Gracias a él, este sonido se puede continuar escuchando en
los actos festivos de Altura, Segorbe y otros municipios de la comarca
del Alto Palancia, a la que poco a poco se van uniendo aficionados.
Miguel Ferreres, el dolçainer de Altura |
Documental (La Dulzaina: de la calle al aula, 2010) donde aparece Joan Blasco
Joan Blaco “El Maestro”, un apodo ganado a pulso para quién recuperó el oficio de dolçainer en un momento clave. Una conexión imprescindible porque hoy este instrumento disfruta de una salud de hierro en cuanto a la cantidad y calidad de la música tradicional valenciana, donde destaca por encima de todo la dulzaina como reina de la melodía tradicional.
Gracias a la aportación de Eduard Navarro, me permito corregir el artículo de la Veu del PV en donde se afirma que Vivó era el constructor de dolçaines de Segorbe que estableció el modelo standard siguiendo el patrón de Joan Blasco,
Dolçainers y tabaleters
de Valencia, Alcoi, la Vila Joiosa, Castellón, Alicante, Xirivella e
incluso de Albacete se reunieron por iniciativa propia en la calle de la
Sangre para homenajear, con música, a Joan Blasco, que durante buena
parte de su vida tuvo una estrecha vinculación con las
manifestaciones de cultura festiva que tenían lugar en la ciudad de
Valencia, como por ejemplo actos falleros y cabalgatas, la Tabalada
de Santa Llúcia o la recuperación de las danzas del Corpus, que son
ejemplos de su trabajo de divulgación de la música popular.
Este
homenaje contaba también con la colaboración de la Federación
Valenciana de Dolçainers y Tabaleters y de la Concejalía de Cultura
Festiva del Ayuntamiento de Valencia.
Desde
el punto de concentración, las collas y los músicos han entrado a la
plaza del Ayuntamiento a las 13 horas, donde han continuado la
interpretación de piezas como “La manta al coll”, “El primer”, “Blasco”, “El gener” o el “Vals del soroll”,
dirigidos desde el balcón por Paco Blasco, hijo del maestro y también
dolçainer, en recuerdo de un músico valenciano que hizo de puente entre
la última generación de formación autodidacta y las nuevas generaciones
que, gracias al maestro Blasco, han tenido un aprendizaje del
instrumento más sistematizado.
Su
trabajo al frente de la Escuela Municipal de Dulzaina de Valencia, de
la cual fue el promotor y fundador a mediados de años setenta, puso las
bases para la recuperación y extensión al instrumento más singular de la
Región Valenciana.
En la placa de reconocimiento que Ribó entregaba, se ha utilizado como fondo y apoyo uno de los carteles diseñados por Ibán Ramón para la promoción e imagen de las Fallas de Valencia 2016, precisamente el que tiene como fondo una dulzaina, instrumento directamente relacionado con esta y otras celebraciones festivas valencianas.
Por otro lado, el próximo 15 de octubre tendrá lugar en Alzira (la Ribera Alta) el encuentro anual donde se estrenará la Joven Colla de la Federación, y el ente federativo le realizará un acto para homenajear a “el maestro” Joan Blasco, quién recibirá el galardón a título póstumo.
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