Luchas de titanes por el futuro del libro.
El enfrentamiento entre la multinacional editorial Hachette y el gigante informático Amazon reabre el debate sobre los monopolios en la distribución de la Cultura. La ley sobre el precio fijo de los libros hace casi imposible que llegue a España la guerra comercial entre Amazon y Hachette, aunque los grandes ya han fijado su objetivo en la lengua española .
Artículo de Yolanda Monge y Guillermo Altares. Publicado por El País el 03 de junio de 2014
Ya la empleó en 2010, cuando Macmillan intentó cambiar las reglas del juego. Y todo indica que Amazon ha decidido volver a tirar de la conocida como “opción nuclear”. Ante la oposición de la más pequeña de las Cinco Grandes Editoriales de EE UU (Hachette Group Book, filial del grupo francés Hachette) a aceptar que Amazon aumente su margen de beneficios a su costa, el gigante del comercio online
ha decidido suprimir el botón de “encargar por adelantado con un solo
clic”. No solo eso. Además, ha impuesto en la venta de sus libros
electrónicos plazos de entrega de “tres a cinco semanas”.
La traducción económica para Hachette —o cualquier gran editorial—
del comportamiento abusivo de Amazon —considerado por la hoy juez del
Tribunal Supremo de EE UU Sonia Sotomayor como un monopsonio, que a
diferencia del monopolio se centra en lo que el vendedor compra y no en
lo que vende— es catastrófica y obliga a la editorial de turno a
planificar a ciegas. Cuando Amazon ofrece en su página a los futuros
compradores la opción de encargar por adelantado, Hachette puede ajustar
su tirada a la demanda prevista. Ahora está sin brújula.
El pulso entre Amazon y Hachette es todavía más enconado y las negociaciones económicas —de las que no ha trascendido prácticamente nada excepto que Amazon las ha aventurado largas— se hacen más urgentes si se tiene en cuenta que uno de los libros de Hachette afectados es el nuevo volumen de la superventas británica J. K. Rowling, The silkworm (El gusano de seda), publicado bajo el seudónimo de Robert Galbraith.
El objetivo final de Amazon es forzar la mano de Hachette para que le dé mejores términos económicos en la venta de sus libros electrónicos, mercado controlado en un 90% por la compañía fundada por Jeff Bezos en 1994. En el caso de Macmillan, la “opción nuclear” fue ejercida solo durante unos días, pero de haberse prolongado la situación, la editorial podría haberse arruinado.
Fuentes de la industria del libro aseguran que los editores normalmente dan a las librerías unos descuentos de entre el 47% y el 53% en ventas al por mayor para que estas puedan tener más margen de beneficio y atraer a más clientes. Sin comentarios por parte de Amazon ni de Hachette, lo que se sospecha es que la primera está exigiendo de la segunda descuentos aún mayores que esos.
La presidenta de la Asociación de Representantes de Autores (AAR, siglas en inglés), Gail Hochman, asegura que su grupo “deplora cualquier intento de cualquier parte que busque perjudicar y castigar a autores inocentes —y sus inocentes lectores— con el fin de ganar posiciones en una disputa de negocios”. “Creemos que tales acciones equivalen a tomar rehenes para conseguir concesiones y no tienen defensa”.
En opinión de Hochman, lo que está haciendo Amazon es “una táctica brutal y manipuladora que, irónicamente, proviene de una compañía que proclama que su objetivo es satisfacer totalmente las necesidades de lectura y deseos de sus clientes”.
La batalla que ahora libran a puerta cerrada Amazon y Hachette viene de lejos y se remonta a unos años atrás, cuando las Cinco Grandes (Harper Collins; Pearson; Simon & Schuster; Macmillan y Hachette) se aliaron entre ellas para hacer contratos de agencia o minoristas para comercializar libros electrónicos. El momento no fue elegido en vano, ya que coincidió con el lanzamiento por parte de Apple de su tienda iBooks. Entonces, Amazon aceptó las reglas que le impusieron sus contrincantes, lo que significó un aumento del precio que deseaban los editores y autores (la cuota de mercado de Amazon pasó del 90% a menos del 70% y los precios aumentaron cerca del 20%) y decidió centrarse en editar sus propios libros a un precio muy bajo. Tras claudicar le llegó el momento de la revancha y le pasó factura a Macmillan.
Editores de todo el mundo contemplan inquietos y sin casi información el desarrollo de la pelea, porque consideran que “todos son Hachette ahora”. En la reciente BookExpo America de Manhattan, fueron varios los autores que se quejaron de la actitud de la que es una de las más poderosas corporaciones de Estados Unidos. En su opinión, “Amazon quiere controlar la venta de libros, la compra e incluso la publicación, lo que puede convertirse en una tragedia nacional”.
Una empleada trabaja en el centro de distribución de Amazon en Phoenix. / Ralph Freso (REUTERS) |
El pulso entre Amazon y Hachette es todavía más enconado y las negociaciones económicas —de las que no ha trascendido prácticamente nada excepto que Amazon las ha aventurado largas— se hacen más urgentes si se tiene en cuenta que uno de los libros de Hachette afectados es el nuevo volumen de la superventas británica J. K. Rowling, The silkworm (El gusano de seda), publicado bajo el seudónimo de Robert Galbraith.
El objetivo final de Amazon es forzar la mano de Hachette para que le dé mejores términos económicos en la venta de sus libros electrónicos, mercado controlado en un 90% por la compañía fundada por Jeff Bezos en 1994. En el caso de Macmillan, la “opción nuclear” fue ejercida solo durante unos días, pero de haberse prolongado la situación, la editorial podría haberse arruinado.
Fuentes de la industria del libro aseguran que los editores normalmente dan a las librerías unos descuentos de entre el 47% y el 53% en ventas al por mayor para que estas puedan tener más margen de beneficio y atraer a más clientes. Sin comentarios por parte de Amazon ni de Hachette, lo que se sospecha es que la primera está exigiendo de la segunda descuentos aún mayores que esos.
La presidenta de la Asociación de Representantes de Autores (AAR, siglas en inglés), Gail Hochman, asegura que su grupo “deplora cualquier intento de cualquier parte que busque perjudicar y castigar a autores inocentes —y sus inocentes lectores— con el fin de ganar posiciones en una disputa de negocios”. “Creemos que tales acciones equivalen a tomar rehenes para conseguir concesiones y no tienen defensa”.
En opinión de Hochman, lo que está haciendo Amazon es “una táctica brutal y manipuladora que, irónicamente, proviene de una compañía que proclama que su objetivo es satisfacer totalmente las necesidades de lectura y deseos de sus clientes”.
La batalla que ahora libran a puerta cerrada Amazon y Hachette viene de lejos y se remonta a unos años atrás, cuando las Cinco Grandes (Harper Collins; Pearson; Simon & Schuster; Macmillan y Hachette) se aliaron entre ellas para hacer contratos de agencia o minoristas para comercializar libros electrónicos. El momento no fue elegido en vano, ya que coincidió con el lanzamiento por parte de Apple de su tienda iBooks. Entonces, Amazon aceptó las reglas que le impusieron sus contrincantes, lo que significó un aumento del precio que deseaban los editores y autores (la cuota de mercado de Amazon pasó del 90% a menos del 70% y los precios aumentaron cerca del 20%) y decidió centrarse en editar sus propios libros a un precio muy bajo. Tras claudicar le llegó el momento de la revancha y le pasó factura a Macmillan.
Editores de todo el mundo contemplan inquietos y sin casi información el desarrollo de la pelea, porque consideran que “todos son Hachette ahora”. En la reciente BookExpo America de Manhattan, fueron varios los autores que se quejaron de la actitud de la que es una de las más poderosas corporaciones de Estados Unidos. En su opinión, “Amazon quiere controlar la venta de libros, la compra e incluso la publicación, lo que puede convertirse en una tragedia nacional”.
Primera Guerra Mundial por la edición
El conflicto entre Amazon y Hachette
podría convertirse en la primera guerra mundial del libro pero es muy
difícil que llegue a España porque existe una muralla por ahora
inexpugnable: el precio fijo.
Todo el problema entre las dos
multinacionales —esto no es un combate de David contra Goliat, sino de
Goliat contra Goliat— gira en torno a quién pone el precio de un libro y
a quién paga el descuento que se ofrece al consumidor. En teoría, el
precio libre y los descuentos siempre favorecen al que compra algo pero,
como escribe el analista de medios de The New York Times David Carr,
“los libros son diferentes de los miles de productos que vende Amazon”.
El ecosistema del libro es muy delicado y, ahora mismo, sería imposible
que llegase a sobrevivir en España en una selva sin normas claras:
muchas veces el descuento no lo paga el que vende el libro más barato,
sino aquel que lo produce (desde el autor hasta el editor o
distribuidor). Las grandes editoriales podrían tal vez sobrevivir a un conflicto de este tipo, las pequeñas de ninguna manera.
El mercado estadounidense, donde no existe precio fijo, es
completamente diferente del español, el francés o el alemán. Uno de los
efectos más claros de la fuerza que ha cobrado Amazon en dos décadas es
que, poco a poco, ha ido comiendo el terreno de las librerías. Hace 15
años, cuando Internet balbuceaba, Nora Ephron contaba en Tienes un e-mail cómo las pequeñas librerías de barrio estaban siendo devoradas por las multinacionales tipo Barnes & Noble.
Ahora mismo, son los Barnes & Noble los que están desapareciendo,
devorados por otro gigante que ofrece todavía más ofertas. Con los e-books,
la guerra de descuentos es todavía más encarnizada. En España existe un
debate sobre si la ley del precio fijo afecta a los libros
electrónicos, aunque de facto sí porque no se ha producido una guerra de descuentos: es el editor el que sigue fijando el precio.
La moraleja que se puede sacar de esta guerra es que la posibilidad
de pagar menos no es la única forma de favorecer al consumidor porque el
libro, de papel o digital, da igual, no es un producto más: es la forma
en que se ha transmitido la cultura, el conocimiento y el placer desde
que un bardo ciego decidió poner por escrito la historia de una guerra
en Troya. Como dice un editor citado por David Carr, “si estuviésemos
hablando del precio que Sony pone a las televisiones, nadie diría nada
porque no tienen la carga emocional de los libros”.
Por eso, la guerra
entre Amazon y Hachette no es un conflicto comercial cualquiera: es una
guerra emocional sobre el futuro de la transmisión de la cultura.
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