Aunque resulte vencedor el partido que apoyemos desde las urnas... ¿Nos representan realmente las personas a las que hemos dado nuestro voto? El gran dilema de un sistema que se revela ineficiente y encima mata las esperanza.
Este domingo 20 de noviembre viviremos de nuevo la “gran fiesta democrática”, las elecciones generales, por medio de las cuales —nos dicen— podremos decidir acerca de nuestro futuro, muy democráticamente todo, por supuesto. Pero, ¿realmente decidimos algo, cuando nuestra participación en la política se reduce a meter una papeleta en una urna cada cuatro años —o los que sean—, limitándonos a elegir de ese modo a quienes decidirán por nosotros/as?
Lo triste es que a la hora de la verdad, nadie sabemos a quien realmente votamos. Y he aquí el problema. A diferencia de las elecciones municipales, la mayoría de nosotros no sabemos quien es nuestro diputado, y votamos a unas siglas las cuales darán como resultado que la persona que sale en la televisión y nos “vende” sus propuestas será la que obtenga el poder. Y aquí es donde radica el fallo, pues nosotros no votamos a esa persona, sino a una lista preparada por esas siglas, compuesta por gente que se gana el puesto no por su valía, sino por su sumisión a quien le ha colocado. Y claro, no le piden muchas luces. Sólo que apoye al Gobierno o le ponga obstáculos, según si su partido está en el poder o en la oposición, o lo que es lo mismo, que delegarán el poder que nosotros les hemos dado en unos representantes profesionales que, necesariamente, tomarán decisiones por nosotros, obligándonos a vivir permanentemente al son que ellos toquen, y lo que nos hace incapaces de valernos por nosotros mismos y de decidir sobre todo aquello que nos incumbe, pues a veces, estos “representantes” deben de sucumbir a la política marcada por parte de los otros organismos económicos supranacionales (ya sean públicos o privados), que nada tienen que ver con lo más doméstico, con lo “nuestro”.
Este problema se agrava todavía más cuando se aplican los algoritmos de la ley d´Ont, por la que se asignan el total de diputados, y no se tiene en cuenta el número de votos total. Pues no son lo mismo 10000 votos a un partido que a otro. Y si los poderes casi absolutos en política rara vez van en beneficio de los ciudadanos, a veces es peor cuando en ocasiones los más votados no ganan con mayoría y deben hacer concesiones a los demás partidos para obtener el poder (que es lo que todos buscan), desairando con ello a los pocos ciudadanos que les han votado. Y peor todavía para la ciudadanía en general es cuando, por esas ansias de poder de los políticos, los que han perdido se ponen de acuerdo para fastidiar al que ha ganado. La representatividad es exigua y el complot suele acabar como el rosario de la aurora.
En este sentido estoy de acuerdo con algunos de los gritos que han surgido desde el Movimiento del 15-M, concretamente con el de ¡¡Que no nos representan!!. Tal vez implantando el sistema alemán de elección de diputados, donde se puede alterar la lista de los propuestos por los partidos políticos, de manera del que es el número cuatro pueda superar al colocado en segunda posición, se “solucionara” parcialmente este problema.
Aunque no se arreglará el sistema, pues para ello debería instaurarse otra forma de hacer política, de organizarse, de pensar aquello que nos afecta y de tomar decisiones en común y libremente, para poder vivir nuestras vidas tal y como nos gustaría vivirlas y compartirlas, y no como desde arriba nos dicen una y otra vez los partidos políticos tradicionales, ya sean de izquierdas o de derechas, que es la única forma posible de hacer las cosas.
Pese a todo esto, yo sí voy a ir a votar. Aun no sé cómo ni a quién, pero sí a los que no votaré. Quiero aprovechar este derecho que nos queda (pues cada vez los demás nos los restan o condicionan más) para dar mi opinión, a pesar de que seguramente no será escuchada, ni que se me consultará una vez obtenido el veredicto si estoy de acuerdo o no con las acciones que realice el ganador, si al final resulta el vencedor de las elecciones.
Eso sí, espero que el que gane escuche a la ciudadanía y aplique las medidas que les estamos exigiendo. Que no termine representándose a sí mismo y a su partido para beneficio propio, viviendo de las subvenciones con dinero público, y convirtiendose en funcionarios privilegiados que no quieren abandonar su sillón ni sus influencias, y aprovecharse para lograr un aumento desproporcionado del patrimonio, tratos de favor, enchufismo, etc., etc., etc. O lo que sería peor, que se terminaran afianzando como títeres de la élite económica-industrial, por la cual
están completamente condicionados y controlados, lo mismo que las
instituciones, los organismos internacionales y estatales y los medios
de comunicación masivos. En definitiva, que no nos lleve a pensar que en estas Elecciones Generales 2011 hemos vuelto a tirar el voto a la basura.
No obstante, existen personas que optan por otro modo de obrar, que de no cambiar este viciado sistema, creo que en unos años irá en aumento. Les dejo este enlace para que lean este otro interesante artículo de opinión.
No obstante, existen personas que optan por otro modo de obrar, que de no cambiar este viciado sistema, creo que en unos años irá en aumento. Les dejo este enlace para que lean este otro interesante artículo de opinión.
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