Un nuevo estudio realizado sobre el verdadero origen de la Virgen de Covadonga da más credibilidad al trabajo presentado por Jose Ángel Planillo sobre la Cueva Santa.
Con este post pretendo que conozcáis una teoría nada descabellada (creo yo) según la cual la Virgen de Covadonga es originaria del pueblo burgalés de Cillaperlata, junto al que se llevó a cabo la Batalla de Covadonga. Esta teoría realizada por el filólogo e historiador Jorge María Ribero-Meneses, autor de un centenar de libros, apareció publicada en el Diario de Burgos, aunque yo he copiado la información que aparece en el blog "Nuestra Otra Historia".
No adelanto nada todavía, pero os invito a leerla con atención, a ver si os recuerda a otro polémico tema más cercano en el tiempo y a nuestras tierras...
Pego lo escrito en el citado blog:
No adelanto nada todavía, pero os invito a leerla con atención, a ver si os recuerda a otro polémico tema más cercano en el tiempo y a nuestras tierras...
Pego lo escrito en el citado blog:
¿Hasta que punto tiene sentido que un ejército árabe atravesase todo este territorio, hasta Asturias, para ir a sufrir su derrota en un lugar de casi nulo tránsito, apenas poblado, y fuera de todos núcleos de población? ¿No sería posible que, con el paso de los años se perdiese la memoria del verdadero lugar de la batalla salvo en la tradición oral de los monjes trasladados, y poco a poco se hubiese ido asociando la ubicación del nuevo centro de creencia con la ubicación de la batalla?
En el blog Tierras de Burgos, en la serie de post Una Tierra de leyenda, el gran Montacedo nos explica con multitud de datos e imágenes esta teoría, que apareció publicada en el Diario de Burgos. También recoge un artículo publicado por Vladimir Romero en el periodico Crónica de Las Merindades que os traslado a continuación:
"Siempre me pareció muy improbable que el ejercito musulmán consiguiera llegar hasta el corazón de Asturias sin que sufriera descalabros en los muchos valles que atravesaba, pero eso era algo que no admitía discusión, ¿o si?.
Para empezar, muchos historiadores españoles dudan de la existencia de la batalla de Covadonga en Asturias, las fuentes árabes tampoco la nombran, y los primeros textos que la mencionan son de un par de siglos después de que sucediese. Y si a eso le sumamos las sospechas de que Don Pelayo es más mítico que Hércules, ya tenemos las herramientas para trabajar en nuestra particular sangría histórica.
La línea de montañas que va de Pancorbo hasta Reinosa (Obarenes, Tesla, El Rojo…) fue la antigua frontera de los pueblos cantábricos. Si alguien quería invadir esa región debía pasar necesariamente por Oña (Onga como ya se dijo y está documentado). Esta documentada (esta si) una gran batalla en el desfiladero de la Horadada en la que derrotamos al invasor gracias a Don Pedro de Cantabria ("consuegro" de Pelayo), que tenía su castillo o castillos entre Oña y Trespaderne. El castillo de Tedeja (corrupción de Tartaya/Teteya…) podría ser uno de ellos, y precisamente los más viejos de Cillaperlata y Trespaderne siguen recordando esa batalla en la que dicen, "la virgen prolongó dos horas la luz del día para que pudiéramos diezmar al invasor".
Un milagro atribuido a la Virgen de Encinillas que comparte iglesia en Cillaperlata con la Virgen de Covadonga, porque el templo de esta por lo visto fue destruido en el siglo VIII (el siglo de la invasión sarracena). Esta identificado el lugar en que estuvo dicho monasterio, y es plausible que la batalla de marras ocurriera junto a dicho templo y de resultas quedara destruido y terminara dando nombre a aquel enfrentamiento. La batalla de Covadonga.
La talla de la imagen de la Covadonga de Cillaperlata es del S-XII, y se dice que es una copia exacta de la de la Santina asturiana del S-XV. Eso no demuestra nada, pero lo que si resulta revelador (y lo sabemos gracias al don Carlos Alonso, cura de Cillaperlata ya fallecido), es que la Covadonga asturiana fue fundada por Alfonso I, hijo de Pedro de Cantabria con monjes Benedictinos provenientes de Cillaperlata. Monjes que se llevaron consigo una copia de la imagen original, el nombre del cenobio y hasta el recuerdo de aquella batalla… Todo lo cual resulta coherente con el hecho de que los restos de la Covadonga burgalesa procedan del siglo VII, y los de la asturiana, fundada por Alfonso I, daten del VIII.
Es cuestión de Matemáticas, el 7 va antes del 8, eso aunque seamos de letras lo sabemos. ¿Qué pasó entonces?. Podemos especular fácilmente sin temor a equivocarnos demasiado. La batalla de Cillaperlata frenó el avance musulmán pero el precio pagado fue muy elevado y posiblemente para reubicar a los monjes benedictinos que habían perdido su monasterio, Alfonso I trasladó a todos sus miembros hasta un lugar más seguro en tierras asturianas. Estos monjes llevarían el recuerdo de aquel suceso que terminaría adaptándose siglos después a su nuevo hogar de mismo nombre sin que nadie en Castilla supiera de ello. Cuando ya se hizo popular en toda la península ¿Quién quedaba en estas tierras dispuesto a reivindicar la batalla?, ¿y con que pruebas?.
Es significativo que cuando se extravió durante la guerra civil la talla de la Covadonga asturiana, dos canónigos asturianos viniesen a Burgos a tratar de obtener nuestra talla de Cillaperlata. No lo consiguieron, pero lo importante es conocer el origen de la talla de la Covadonga burgalesa, nadie lo sabe a ciencia cierta por lo que se opta por decir que se trajo en algún momento desde Asturias (eso disipa suspicacias pero no se ajusta a la realidad), no es científico asegurar tal cosa sin pruebas (y así se soportan muchas verdades científicas que se enseñan en la escuela: Don Pelayo…).
Lo cierto es que esa imagen es autóctona de Las Merindades, la más antigua Covadonga conocida, que permanece en el lugar donde se documenta una importante victoria sobre los sarracenos, un lugar donde existió un monasterio dedicado a la santa. Esos son hechos, y la ciencia es lo único que debe atender. No existe ninguna prueba científica que asocie la batalla de Covadonga a Asturias.
Este asunto debería ser retomado cuanto antes, nunca es tarde si tienes la verdad histórica bajo el brazo. Habrá quien piense (muchos) que para qué remover eso ahora, y yo les respondería que tal vez a su bolsillo si le interese. Cualquiera que haya ido a la Covadonga asturiana comprobará como decenas de autobuses diarios se acercan a conocer la cuna de la reconquista dejando en la zona no pocos euros en la cantidad de restaurantes y tiendas de regalos ahí y en Cangas de Onis.
De no existir esa creencia sería un valle deprimido más de Asturias. A nosotros los valles deprimidos nos sobran por doquier, y para uno que puede enorgullecerse de haber sido trascendente en nuestra historia reciente, va y nos lo callamos, o somos muy modestos o somos unos desarraigados. Así nos va. ¿Dónde están los políticos que defienden su tierra y patrimonio?.
Como colofón, solo quiero desvelar que en la loma que se encuentra sobre Cillaperlata todavía recuerdan en el pueblo la existencia de un templo dedicado a San Pelayo."
Para empezar, muchos historiadores españoles dudan de la existencia de la batalla de Covadonga en Asturias, las fuentes árabes tampoco la nombran, y los primeros textos que la mencionan son de un par de siglos después de que sucediese. Y si a eso le sumamos las sospechas de que Don Pelayo es más mítico que Hércules, ya tenemos las herramientas para trabajar en nuestra particular sangría histórica.
La línea de montañas que va de Pancorbo hasta Reinosa (Obarenes, Tesla, El Rojo…) fue la antigua frontera de los pueblos cantábricos. Si alguien quería invadir esa región debía pasar necesariamente por Oña (Onga como ya se dijo y está documentado). Esta documentada (esta si) una gran batalla en el desfiladero de la Horadada en la que derrotamos al invasor gracias a Don Pedro de Cantabria ("consuegro" de Pelayo), que tenía su castillo o castillos entre Oña y Trespaderne. El castillo de Tedeja (corrupción de Tartaya/Teteya…) podría ser uno de ellos, y precisamente los más viejos de Cillaperlata y Trespaderne siguen recordando esa batalla en la que dicen, "la virgen prolongó dos horas la luz del día para que pudiéramos diezmar al invasor".
Un milagro atribuido a la Virgen de Encinillas que comparte iglesia en Cillaperlata con la Virgen de Covadonga, porque el templo de esta por lo visto fue destruido en el siglo VIII (el siglo de la invasión sarracena). Esta identificado el lugar en que estuvo dicho monasterio, y es plausible que la batalla de marras ocurriera junto a dicho templo y de resultas quedara destruido y terminara dando nombre a aquel enfrentamiento. La batalla de Covadonga.
La talla de la imagen de la Covadonga de Cillaperlata es del S-XII, y se dice que es una copia exacta de la de la Santina asturiana del S-XV. Eso no demuestra nada, pero lo que si resulta revelador (y lo sabemos gracias al don Carlos Alonso, cura de Cillaperlata ya fallecido), es que la Covadonga asturiana fue fundada por Alfonso I, hijo de Pedro de Cantabria con monjes Benedictinos provenientes de Cillaperlata. Monjes que se llevaron consigo una copia de la imagen original, el nombre del cenobio y hasta el recuerdo de aquella batalla… Todo lo cual resulta coherente con el hecho de que los restos de la Covadonga burgalesa procedan del siglo VII, y los de la asturiana, fundada por Alfonso I, daten del VIII.
Es cuestión de Matemáticas, el 7 va antes del 8, eso aunque seamos de letras lo sabemos. ¿Qué pasó entonces?. Podemos especular fácilmente sin temor a equivocarnos demasiado. La batalla de Cillaperlata frenó el avance musulmán pero el precio pagado fue muy elevado y posiblemente para reubicar a los monjes benedictinos que habían perdido su monasterio, Alfonso I trasladó a todos sus miembros hasta un lugar más seguro en tierras asturianas. Estos monjes llevarían el recuerdo de aquel suceso que terminaría adaptándose siglos después a su nuevo hogar de mismo nombre sin que nadie en Castilla supiera de ello. Cuando ya se hizo popular en toda la península ¿Quién quedaba en estas tierras dispuesto a reivindicar la batalla?, ¿y con que pruebas?.
Es significativo que cuando se extravió durante la guerra civil la talla de la Covadonga asturiana, dos canónigos asturianos viniesen a Burgos a tratar de obtener nuestra talla de Cillaperlata. No lo consiguieron, pero lo importante es conocer el origen de la talla de la Covadonga burgalesa, nadie lo sabe a ciencia cierta por lo que se opta por decir que se trajo en algún momento desde Asturias (eso disipa suspicacias pero no se ajusta a la realidad), no es científico asegurar tal cosa sin pruebas (y así se soportan muchas verdades científicas que se enseñan en la escuela: Don Pelayo…).
Lo cierto es que esa imagen es autóctona de Las Merindades, la más antigua Covadonga conocida, que permanece en el lugar donde se documenta una importante victoria sobre los sarracenos, un lugar donde existió un monasterio dedicado a la santa. Esos son hechos, y la ciencia es lo único que debe atender. No existe ninguna prueba científica que asocie la batalla de Covadonga a Asturias.
Este asunto debería ser retomado cuanto antes, nunca es tarde si tienes la verdad histórica bajo el brazo. Habrá quien piense (muchos) que para qué remover eso ahora, y yo les respondería que tal vez a su bolsillo si le interese. Cualquiera que haya ido a la Covadonga asturiana comprobará como decenas de autobuses diarios se acercan a conocer la cuna de la reconquista dejando en la zona no pocos euros en la cantidad de restaurantes y tiendas de regalos ahí y en Cangas de Onis.
De no existir esa creencia sería un valle deprimido más de Asturias. A nosotros los valles deprimidos nos sobran por doquier, y para uno que puede enorgullecerse de haber sido trascendente en nuestra historia reciente, va y nos lo callamos, o somos muy modestos o somos unos desarraigados. Así nos va. ¿Dónde están los políticos que defienden su tierra y patrimonio?.
Como colofón, solo quiero desvelar que en la loma que se encuentra sobre Cillaperlata todavía recuerdan en el pueblo la existencia de un templo dedicado a San Pelayo."
Después de leer esta teoría, si quereis podeis encontrar las similitudes (que para mi las hay), con cierto trabajo sobre la Cueva Santa que se presentó el año pasado en Altura y Alcublas y levantó ampollas en algunos blogs comarcales.
Virgen de la Cueva Santa - Verónica de Pere Nicolau |
¿No podrían ser los benedictinos de la presente historia los monjes cartujos del trabajo de la Cueva Santa, y el rey astur Alfonso I nuestro querido rey Martín I de Aragón? Las causas para deformar la realidad sería la misma: engrandecer la historia de la casa e imagen en ella venerada, y erradicar los posibles origenes paganos del lugar -cabe citar que los lagos de Covadonga eran lugares sagrados celtas-.
Algunos me acusarán de lo que quieran, pero soy de los que piensan que por aclarar la Historia no se va a perder una tradición y una fe que viene de siglos atrás. ¿O acaso se dejaría de realizar el Camino de Santiago si en lugar del apostol fuera el Obispo Prisciliano el que ocupara el sepulcro de la catedral compostelana? Más o menos se viene a tener el mismo problema...
Habría que reflexionar sobre muchos de los textos escritos por historiadores que se tienen como referencias sobre una materia.
Una tendencia, que desde el punto de vista académico parece lógica, hace que sólo se asuma como cierto aquello que está supuestamente corroborado por textos auténticos. Así, los razonamientos se basan en documentos contrastados aunque, por otro lado, el hecho de que el documento sea auténtico, no significa que el que lo escribiese no pudiese falsear la realidad en propio beneficio.
Cuando existen dudas sobre la autenticidad de un documento o incluso se sabe que parte es falso, se rechaza de pleno todo el contenido, aún cuando existan fundamentos para creer que parte del contenido pueda ser cierto. Por ejemplo, son muy comunes documentos del siglo XII o XIII, y referidos a los siglos anteriores, elaborados en los monasterios con clara vocación de crear antiguos derechos sobre propiedades, pero parte de la información podría, según los casos, seguir siendo igualmente válida. No digamos ya las leyendas o mitos populares, que simplemente se ignoran sin tratar de demostrar si puede haber algo de cierto en ellas.
Quedan así los libros formados muchas veces por una narración de hechos aislados, rodeados por muchas lagunas sobre las que no se ofrece ni siguiera una hipótesis. Esto, claro está, en función de lo que el autor quiera demostrar (y si ya hay motivaciones políticas o localistas, para que vamos a contar. La historia siempre la escribieron los triunfadores).
En definitiva, que habría de plantearse que posiblemente muchas de las cosas de las que damos por ciertas sobre el pasado son equivocadas, y que si pudiésemos viajar al mismo o verlo por una mirilla nos llevaríamos muchas sorpresas. Para ello, valga el lema: “Ni todo lo que no se ha podido demostrar que es cierto es falso, ni todo lo que no se ha podido demostrar que es falso es cierto”.
Tenemos un par de ejemplos claros de esto en nuestra propia comarca. Uno es cómo se ha aceptado por los historiadores tras el hallazgo del manuscrito de Martín I por el catedrático Francisco Gimeno Blay, que la mítica fundación de la Cartuja de Valldecrist tras un sueño del infante Martín de Aragón, o la elección del lugar con ayuda de un peregrino de Tierra Santa fueron relatos confeccionados por los propios frailes para glorificar los origenes de la casa.
Y el otro ejemplo de cómo la Historia puede cambiar si tenemos en cuenta otras fuentes es la teoría del también académico Ángel Faus, que después de decenios martilleando que la radio la inventó Marconi, él está demostrando que fue nuestro paisano Julio Cervera Babiera el que primero la patentó.
¿Por qué no puede ser pues el origen del culto a Ntra. Sra. de la Cueva Santa distinto al que se nos ha contado hasta ahora? ¿Este hecho les cambiaría su devoción por ella? Desde luego, a mi no.
Habría que reflexionar sobre muchos de los textos escritos por historiadores que se tienen como referencias sobre una materia.
Una tendencia, que desde el punto de vista académico parece lógica, hace que sólo se asuma como cierto aquello que está supuestamente corroborado por textos auténticos. Así, los razonamientos se basan en documentos contrastados aunque, por otro lado, el hecho de que el documento sea auténtico, no significa que el que lo escribiese no pudiese falsear la realidad en propio beneficio.
Cuando existen dudas sobre la autenticidad de un documento o incluso se sabe que parte es falso, se rechaza de pleno todo el contenido, aún cuando existan fundamentos para creer que parte del contenido pueda ser cierto. Por ejemplo, son muy comunes documentos del siglo XII o XIII, y referidos a los siglos anteriores, elaborados en los monasterios con clara vocación de crear antiguos derechos sobre propiedades, pero parte de la información podría, según los casos, seguir siendo igualmente válida. No digamos ya las leyendas o mitos populares, que simplemente se ignoran sin tratar de demostrar si puede haber algo de cierto en ellas.
Quedan así los libros formados muchas veces por una narración de hechos aislados, rodeados por muchas lagunas sobre las que no se ofrece ni siguiera una hipótesis. Esto, claro está, en función de lo que el autor quiera demostrar (y si ya hay motivaciones políticas o localistas, para que vamos a contar. La historia siempre la escribieron los triunfadores).
En definitiva, que habría de plantearse que posiblemente muchas de las cosas de las que damos por ciertas sobre el pasado son equivocadas, y que si pudiésemos viajar al mismo o verlo por una mirilla nos llevaríamos muchas sorpresas. Para ello, valga el lema: “Ni todo lo que no se ha podido demostrar que es cierto es falso, ni todo lo que no se ha podido demostrar que es falso es cierto”.
Tenemos un par de ejemplos claros de esto en nuestra propia comarca. Uno es cómo se ha aceptado por los historiadores tras el hallazgo del manuscrito de Martín I por el catedrático Francisco Gimeno Blay, que la mítica fundación de la Cartuja de Valldecrist tras un sueño del infante Martín de Aragón, o la elección del lugar con ayuda de un peregrino de Tierra Santa fueron relatos confeccionados por los propios frailes para glorificar los origenes de la casa.
Y el otro ejemplo de cómo la Historia puede cambiar si tenemos en cuenta otras fuentes es la teoría del también académico Ángel Faus, que después de decenios martilleando que la radio la inventó Marconi, él está demostrando que fue nuestro paisano Julio Cervera Babiera el que primero la patentó.
¿Por qué no puede ser pues el origen del culto a Ntra. Sra. de la Cueva Santa distinto al que se nos ha contado hasta ahora? ¿Este hecho les cambiaría su devoción por ella? Desde luego, a mi no.
Fuentes consultadas: Diario de Burgos / Blog Nuestra otra Historia / Blog Tierras de Burgos
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