Este año próximo, dedicado a San Francisco de Borja, Joanot Martorell y Nicolau Borràs, ¿quien se acuerda del último monarca que dio la Casa de Barcelona?
El IV duque de Gandía puso la guinda con su rutilante trayectoria laica y portentosa vida religiosa, a la alcurnia de los Borja mayores (encabezados por Alfonso y Rodrigo); el inmortal escritor de “Tirant lo Blanch” recibirá el merecido reconocimiento (que años atrás se le ofrecío a su cuñado, el excelso Ausiàs March); y el sensato pintor de Cocentaina cerrará un 2010 plagado de señalados hitos culturales. Aun así, ¿qué será del mentado Martín I el Humano, también llamado el Eclesiástico?
Martín (1356-1410), como se sabe, no estaba destinado a ceñirse la corona catalana-aragonesa. Ejerció de Infante del mencionado reino hasta que el repentino traspaso de su hermano, Juan I el Cazador, en los bosques gerundenses de Foixà lo encaramó como monarca de la Corona de Aragón a partir de 1396 .
Siendo Infante, y como señor de varios territorios -hoy comprendidos mayormente en el Alto Palancia-, casó con María de Luna y potenció sobre manera la construcción de la cartuja de Valldecrist en Altura, desde 1385. Un monumento excepcional en el que pensó enterrarse (como lo hicieron antes algunos de sus malogrados descendentes) y que todavía hoy muestra ese carácter regio, pese al lamentable estado en que se encuentra por la desidia del hombre.
La inesperada muerte de su primogénito y rey de Sicilia, Martín el Joven, en 1409, al cual precedió la de su mujer (1406), sumió al monarca en una profunda crisis al comprobar que no había continuidad en la monarquía. Su nuevo matrimonio con la joven Margarita de Prades no hizo sino incrementar la desesperación del Humano quien, finalmente, faltó en el convento barcelonés de Valldonzella el 31 de mayo de 1410 sin designar sucesor por vía indirecta.
Tras dos largos años de interregno, mediante el Compromiso de Caspe (1412), se escogió entre los diversos candidatos a la corona al castellano Fernando de Antequera (del apellido Trastàmara), en adelante Fernando I. Se ponía de este modo el fin a siglos de historia -iniciada, por lo que respecta a los valencianos, con Jaume I el Conquistador- y se abría paso a la futura unión dinástica en Castilla, sellada con el matrimonio de dos primos: Isabel I y Fernando II, los Reyes Católicos.
Y es que el breve reinado de Martín se caracterizó por la conmoción que supuso el Cisma de Occidente, las luchas por consolidar las posesiones mediterráneas iniciadas por Pedro IV el Ceremonioso, la conflictiva sucesión al trono y la eclosión de figuras de primer orden en el ámbito valenciano, hispano y europeo de la época, caso de Francesc Eiximenis, Bernat Metge, Francesc Aranda, Bonifacio Ferrer y su hermano San Vicente Ferrer, Francesc Maresme, Benedicto XIII...
¿Merecerá, pues, el último rey de la dinastía catalano-aragonesa y su tiempo un homenaje adecuado? Parece que a estas alturas, por parte institucional, no. Menos mal que los amigos del Asociación Cultural Cartuja de Valldecrist sí que están trabajando en esa dirección y, esperamos, que el Ayuntamiento de Altura y otros organismos públicos se implicarán como es debido en reivindicarlo.
Fuente: Albert Ferrer / Diari El Punt